Durante los últimos meses hemos presenciado el estreno de en televisión de los llamados "docurrealities", género televisivo que se dedica a seguir las actividades cotidianas y rutinarias de una serie de personajes de escaso vuelo y que supuestamente interesan a las audiencias.
En estos programas se han invertido cifras millonarias con sueldos claramente desproporcionados y fuera de la realidad, que ofenden a a sectores del país que tienen serias dificultades para llegar a fin de mes con menguados ingresos.
Estos "programas" responden a una tendencia de medios audiovisuales que en los últimos años han sido invadidos por una cáfila de figuras que impresionan por su vacuidad y estolidez. Nada tienen que decir, salvo pequeñas e intrascendentes polémicas, normalmente vinculadas a lo que debiera permanecer en la privacidad de sus dormitorios.
El notable escritor social del siglo pasado, José Santos González Vera escribió un libro de relatos denominado "Vidas Mínimas". Es verdad, este título calza con lo que advertimos hoy.
El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ha denunciado en su último libro la degradación del concepto de cultura y la entronización de la cultura al espectáculo o de "gran público".
El reconocido escritor detalla la creciente banalización de arte y la literatura que ha privilegiado el "entretenimiento" para que los productos culturales "light", "ligeros", o "fáciles" san los que triunfen.
Asimismo, apunta a la "masificación" y la "frivolidad" de la cultura de nuestro tiempo.
Es evidente que el concepto de cultura no es inmutable y que estamos en presencia y que estamos en presencia de un cambio en el paradigma y que el público consume contenidos diferentes.
En palabras de Vargas Llosa "la inmensa mayoría del género humano no practica, consume ni produce hoy otra forma de cultura que aquella que, antes, era considerada por los sectores populares, de manea despectiva, mero pasatiempo popular, sin parentesco alguno con las actividades intelectuales, artísticas y literarias que constituían la cultura. Ésta ya murió, aunque sobrevivirá en pequeños nichos sociales, sin influencia alguna sobre el mainstream". No estamos en contra de las nuevas expresiones culturales o del entretenimiento masivo. Sin embargo, sí llamamos la atención hacia el imperio de la farándula sin talento, que hoy invade nuestras pantallas.
Los propietarios, directivos y creativos de las empresas de comunicaciones tienen la responsabilidad de diseñar nuevas opciones que compatibilicen los los intereses comerciales -nadie duda de que deben ser rentables- con la difusión de contenidos interesantes, entretenidos y que aporten. Lo contrario es seguir el camino fácil que conduce a la degradación de la cultura nacional.
